La belleza del árbol se hace evidente tanto en las masas puras (“Soutos” o “Castañares”), como en árboles sueltos. Así, es frecuente ver ejemplares centenarios al lado de ermitas o promontorios, llegando a asociarse la imagen del edificio con el árbol que lo acompaña.
En relación a otras especies, el castaño es un árbol de larga vida, puede alcanzar un porte apreciable a partir de los diez años, dependiendo de los cuidados que se le presten (podas, riegos, abonado…).
La castaña aparece en número de una, dos o tres unidades cubiertas por una cúpula espinosa denominada erizo, que se abre en cuatro valvas en el momento de la maduración. Son del tamaño de una nuez, tienen forma acorazonada y presentan una cáscara lisa coriácea de color caoba. Su peso es de alrededor de 5 grs. si es silvestre, y cultivada puede llegar a 20-25 grs.
Degustarla en sus amplias variedades puede ser un gran placer, además de ser su composición nutricional muy completa dado a su elevado valor energético y proteico.
Su bajo contenido en grasas la hace apta en cualquier dieta, destacando su abundante proporción de vitamina C, de evolución favorable, ya que el proceso de asado o de cocción sin pelar no le afecta.
Su composición es la siguiente:
Además de sus amplias propiedades alimenticias y su destacada belleza, el castaño también nos aporta su madera muy resistente y flexible.
La madera de castaño se ha utilizada tradicionalmente para la fabricación de muebles, de barricas destinadas a madurar y transportar el vino, así como para la fabricación de objetos de artesanía, tales como cestas, figuras, adornos etc.